¿Cuando una sociedad se corrompe lo primero que gangrena es la palabra?
Hablar de corrupción es hablar de capitalismo. Hablar de capitalismo; es hablar del movimiento monetario de la palabra.
Una sociedad es una comunidad donde la fuente de poder son los individuos, aquellos que manejan y condicionan una determinada cultura, gracias a la interacción social mediante la palabra. Esta palabra es la cooperación esencial para la conformación de una entidad, colectiva, grupal y sistemática, donde el sujeto observa, analiza su entorno, lo comprende e interpreta mediante el lenguaje; lo simboliza y culturiza. De esta manera, el individuo se hace parte de una socio-cultura que por lástima con el paso de la historia se corrompe producto del uso, abuso y clasificación del poder, sinónimo del dinero, castigo y herencia de la revolución burguesa en Francia. El poder del dinero asciende, desciende y degenera, transforma y materializa, nos traslada desde individuos con roles morales a simples números dentro de un sistema marxista y capitalista. El poder clasifica, ordena, encasilla y entabla, nos corrompe espiritualmente al conformarnos como objetos, olvidándonos de nuestra esencia como sujetos móviles, que se trasladan con la palabra hacia un punto fijo; la pestilencia del capitalismo.
Y es la palabra lo primero que se corrompe, porque es ésta la que gangrena a la sociedad, la enferma mediante el virulento capitalismo, y tal como una comunidad se contagia de esta clasificación monetaria, la palabra se marchita y se vuelve sangre, sangre manchada por la jerarquía del poder ¿Dónde queda aquí el valor del individuo? La palabra es lenguaje, gramática segmentada, clasificada y acentuada por los hombres, dotada de una función que cumple una posición, tal como el individuo cumple su posición dentro de este sistema capitalista.
Es así como la palabra nos clasifica, nos divide por nuestras diferencias y semejanza de clase entre los individuos, es así como la palabra acentúa nuestro poder ¿Acaso la variante del tilde ordena nuestros roles? ¿Acaso el acento de nuestro dinero nos sitúa en un puesto más alto o más bajo que otro? La respuesta es sencilla, no es lo mismo tener un capital agudo, donde nos acentúen en el final, o poseer un dinero grave, que nos permita medianamente alejarnos de la pobreza y su “gravedad”, o más aún, que nos tilden de un estatus esdrújulo, acercándonos mucho más al final de la palabra que al comienzo, o finalmente, lograr ser acentuados como individuos sobreesdrújulos, situándonos por sobre el resto de la comunidad.
Nuestra sociedad se capitaliza, nuestro dinero es el poder, la sociedad se corrompe; la palabra nos designa y nos moviliza entre tildes. Acentuarnos entre clases es corromper la democracia, desde el lenguaje del habla la sociedad es gangrenada, desde la clasificación gramática comienza la corrupción. Sobreesdrújulas, graves, esdrújulas y agudas, clases y más clases dentro de una socio-cultura, inalterable e intransferible si nos atrevemos a hablar de la palabra “igualdad”.
Pablo Lacroix