jueves, 11 de febrero de 2010

POÉTICA DEL MONSTRUO




Poética del monstruo

El poeta debe caer como un halcón sobre su presa y dejarla en los huesos.
Baldomero Fernández Moreno

Esto nace desde una posición muy personal frente a la poesía y terminará de la misma forma, asumiendo cualquier golpe, magulladura o ataque verbal que bajo ningún plano será trascendente. Esto nace, irónicamente, por una cita monumental que para muchos (dentro del mar de las probabilidades) fue, es y será núcleo de musas, manifiestos y mundos inacabados de corta duración, como éste. Esto nace desde la mirada virtual en un mundo virtual que posee usuarios virtuales, que citan virtualmente frases monstruosas con fines placenteros y primitivos.

Lo que sucede es esto. He notado últimamente que en medios sociales como Twitter y Facebook se cita en gran cantidad las palabras de otros, en especial de escritores, como si eso le diese mayor importancia y cultura al usuario. Federico García Lorca dentro de esa caja pandórica, desbordante y talentosa de citas en la web, también aparece con una pequeña frase que he visto por ahí citada por jóvenes estudiantes de literatura o amantes de los libros que aún sueñan con publicar un mar de poemas que les salvarán la vida. La célebre frase “la poesía es algo que anda en la calle” (frase que desconocía hasta que la vi fotocopiada en la web), puede significar para muchos (o muy pocos) un punto de inspiración o hedonismo enfermizo que a fin de cuentas termina en nada, o en su caso contrario, un flujo de múltiples interpretaciones y construcciones poéticas (maduras o fetales) que al momento de poner a prueba, se evalúa si la propuesta de mundo funciona o no. En mi caso, la frase actuó como instrumento y reescritura de un ensayo que por muchos años mantuve en el polvo y que recién ahora conoce la luz.

“La poesía es algo que anda en la calle” es una frase donde lo interesante está en que se refiere a la poesía como un arte del desplazamiento. Es ahí (en la movilidad, en esa posibilidad del poema como caminante), donde radica la importancia o trascendencia del dicho de García Lorca. Porque ese “algo” que menciona, como un ser multiforme (o que asume diferentes roles), que transita por una enorme cantidad de mapas, espacios o lugares indefinidos y que aparece de un momento a otro ante el lector, le atañe a la poesía un carácter fundamental; el misterio.
   
La poesía, sin ser peyorativo, puede ser entendida como un pequeño monstruo o un Frankenstein en construcción. No por la fealdad ni lo grotesco, sino por el misterio que provoca antes y durante lo leído, más el impacto que se genera luego de la lectura. Lo grotesco, la fealdad y el horror no son cualidades que definan la esencia del monstruo, sino que aquellos términos son solo estética, vestimenta y utensilio que dependen de la intención del autor. Lo importante, ante todo es que impacte, que el monstruo-poema se encargue de generar misterio para luego dar paso al golpe final. Vale decir, el poema puede ser entendido como una masa indefinida donde el poeta dibuja, traza y ajusta las formas necesarias para que el lector se acerque y no huya con la primera impresión.

Un monstruo es un ser que va en contra del orden natural, lo que puede ser debido a su anormalidad visual o su distinción frente a los estereotipos sociales. Una poética del monstruo entendería al poema como la plataforma de expresión que gracias al empleo de signos, intenciones y estéticas particulares le otorgan al mensaje una cualidad comunicativa especial, alejándolo completamente de los contextos cotidianos de la comunicación. El lenguaje, su contexto y su uso, definen el nivel de monstruosidad del poema y mientras más desarrollada sea la imagen, más misterio evoca, más impacta y más lo aleja de la cotidianidad comunicativa.

 El poema, al igual que el monstruo, es fondo y forma que constituye un ser, noción que determina el gran problema de la construcción poética. No es el estilo ni la intención estética lo que define la calidad de la obra, sino la unión adecuada que el autor ingenia al momento de unir fondo y forma para así conformar la imagen. Por tanto, la construcción poética como producto imaginario y visual, se relaciona con los espacios visibles del concepto creación, creador y “criación”.

Juan Ramón Jiménez dijo que “el poeta no es un filósofo, sino un clarividente”. De hecho, el poeta debe tener siempre los ojos muy abiertos, la mente muy activa y de este modo alzar su imaginario, dotarle intención y fijar el sentido adecuado. Para luego “criar” al monstruo, darle de comer estética, entregándole la forma adecuada y la carne precisa para el impacto necesario. Rimbaud, iluminado por excelencia, dentro de su escritura fue ingenioso al decir que “el poeta no sólo debe ser un artista sino también un vidente, ya que su destino no es el cielo azul sino el abismo sin fondo de lo desconocido” y de ese abismo infinito sustraer los elementos necesarios para una nueva imagen.

“Qué es la magia, preguntas
 en una habitación a oscuras.
Qué es la nada, preguntas,  
saliendo de la habitación.
Y qué es un hombre saliendo de la nada
y volviendo solo a la habitación”.
(Leopoldo María Panero).

El poema es el producto creado, pero como buen ingeniero, mago (o alquímico), el poeta debe otorgarle los injertos apropiados a su creación. El poema no debe presumir si tiene garras, si posee amplio pelaje o si el filo de sus colmillos es de temer. El poema debe desgarrar, envolver, morder lo profundo; impactar en lo invisible. Es la manera de atrapar al lector, encararlo desde adentro, trabajar en los planos mentales de la lectura y evitar que el llamado de atención surja en los ojos.

[De Golpe y porrazo
aparece alguien con una máscara en la piel.
De Golpe y porrazo
aparece alguien cargando un arma.
De Golpe y porrazo
nace en tu garganta un calambre de gritos][1]

Anguita, ingeniero de la estética, consciente de la soberanía del impacto, promulgó tremendo interés en la “perfecta construcción, como unidad que determina la elección y selección de materiales al servicio de la cosa creada, como elemento que sin ella sencillamente se derrumbaría y destruiría por si sola ante los ojos del que advierte y presencia”. La –cosa creada– debe defender su cualidad y calidad monstruosa; el poema como monstruo que impacta no puede derrumbarse ni destruirse por la mirada del lector, ya que el lector no puede ser verdugo del poema, sino al contrario, el poema debe transformarse en el verdugo que guillotina. Pero OJO. La obra como verdugo asesina o da vida, emerge risas o llantos. No hay que asociar al monstruo solamente con lo horrible, lo negro o lo desagradable. La poesía impacta, como el monstruo, pero no impone el terror, como los dictadores. Lo importante es que el poema guillotine[2], no que fusile, lo que importa es que el lector se entregue a la obra, no que la obra peligre frente al lector. 

“Las palabras destruyen al hombre
¡y las mujeres devoran cráneos con tanta hambre
de vida!  
Sólo es hermoso el pájaro cuando muere
destruido por la poesía”.
(Leopoldo María Panero).

No es trascendental lo que genera el impacto, LO QUE TRASCIENDE ES QUE EL IMPACTO SE GENERE y García Lorca con su monstruosa frase ha impactado a muchos, tal como millones de frases más que aparecen día a día en la web, tras el posteo presumido de usuarios esperanzados, amantes de los libros que con pluma en mano, conservan aún esa gota de ilusión con que escriben hasta el último poema.

Pablo Lacroix
Octubre 2009 – Junio 2012



[1] Versos del autor.
[2] Entiéndase “como perder la cabeza”, en el sentido de caer en las redes del texto.

lunes, 1 de febrero de 2010

VOY DONDE EL MAR.


Me voy hacia las olas... si, hacia las olas. No pretendo emborrachar mi mente en la costa.. pretendo ampliar mi vista; y respetar el mar desde el centro de mi ojo.

Me despido por una semana creo...

Adiós.

Der Golem

El silencio malgasta el cigarro d/sta noche - Der Golem [2011]