Pensar en un diario de vida es pensar en una vida nueva. Nunca podré narrar todo lo que sucede en mi cabeza. Pensar en un nombre es delimitar el sentido, pensar en seleccionar una imagen es blasfema; lo que deseo narrar no es apreciable para los ojos del hombre.
Un diario de vida es un sueño, es fantasía, es un espejo quebrado imposibilitado de representaciones. Tal como iluminaba Paul de Man (qué hombre); el sujeto autobiográfico se construye a si mismo con el lenguaje, y NO LOGRA representar al sujeto empírico. Sin embargo, no deseo conformar a un nuevo sujeto, ya mi voz de poeta es un sujeto más dentro de todas las almas que guarda mi coraza de huesos.
No deseo mostrar más una realidad que nunca existió, no deseo mostrar un pedazo de vida que es imposible de manifestar, ni de expresar y traspasar mediante el lenguaje. Mi vida es una neblina que se coagula con la tranquilidad de una solitaria mordedura.
Pero hay algo, si, hay un aroma, una sensación y unos ojos que me vigilan, que nos han vigilado desde que la conciencia besó la tierra. Hay un monstruo que nos observa y de manera invisible nos asecha.
De eso prefiero hablar, de cómo este monstruo me ha observado con ojos insolentes, y de cómo mi mirada le ha respondido indicándole que deseo apretar la cadena. Mi vida se ha vuelto una cacería, mi vida ES la cacería de levantar desde el abismo las fauces del monstruo que consume nuestra vida.
Me siento enfermo, sediento. Mi desarrollo artístico no es capaz de soportar el peso de esta cadena, mi fortaleza se hace minúscula en cada momento en que pienso en lo difícil que es responderle a un siniestro, en el momento en que vomito las bacterias de un invisible.
Deseo mostrarle al mundo que existe un ser terrible, ¡ENTIENDALO! Se manifiesta más allá de los niveles de la esquizofrenia. Existe un monstruo que nos obliga a presentarnos ante el mundo con una mirada donde apesta la decadencia. Hay un monstruo que nos enferma, y el poderío político, el capitalismo, la pobreza, la falta de democracia, el anarquismo empírico, son sólo algunas de las secuelas de una enfermedad no descubierta.
Y esto aturde, desfigura. No hay fármacos que alivien el dolor, ni vendas que oculten la pena en mis ojos. Pero escúchame; mi vida se empeñará en buscar la vacuna que termine con tu horrenda existencia… monstruo invisible, pecado impronunciable.
Pablo Lacroix… Sábado - 22:43 P.M.
Un diario de vida es un sueño, es fantasía, es un espejo quebrado imposibilitado de representaciones. Tal como iluminaba Paul de Man (qué hombre); el sujeto autobiográfico se construye a si mismo con el lenguaje, y NO LOGRA representar al sujeto empírico. Sin embargo, no deseo conformar a un nuevo sujeto, ya mi voz de poeta es un sujeto más dentro de todas las almas que guarda mi coraza de huesos.
No deseo mostrar más una realidad que nunca existió, no deseo mostrar un pedazo de vida que es imposible de manifestar, ni de expresar y traspasar mediante el lenguaje. Mi vida es una neblina que se coagula con la tranquilidad de una solitaria mordedura.
Pero hay algo, si, hay un aroma, una sensación y unos ojos que me vigilan, que nos han vigilado desde que la conciencia besó la tierra. Hay un monstruo que nos observa y de manera invisible nos asecha.
De eso prefiero hablar, de cómo este monstruo me ha observado con ojos insolentes, y de cómo mi mirada le ha respondido indicándole que deseo apretar la cadena. Mi vida se ha vuelto una cacería, mi vida ES la cacería de levantar desde el abismo las fauces del monstruo que consume nuestra vida.
Me siento enfermo, sediento. Mi desarrollo artístico no es capaz de soportar el peso de esta cadena, mi fortaleza se hace minúscula en cada momento en que pienso en lo difícil que es responderle a un siniestro, en el momento en que vomito las bacterias de un invisible.
Deseo mostrarle al mundo que existe un ser terrible, ¡ENTIENDALO! Se manifiesta más allá de los niveles de la esquizofrenia. Existe un monstruo que nos obliga a presentarnos ante el mundo con una mirada donde apesta la decadencia. Hay un monstruo que nos enferma, y el poderío político, el capitalismo, la pobreza, la falta de democracia, el anarquismo empírico, son sólo algunas de las secuelas de una enfermedad no descubierta.
Y esto aturde, desfigura. No hay fármacos que alivien el dolor, ni vendas que oculten la pena en mis ojos. Pero escúchame; mi vida se empeñará en buscar la vacuna que termine con tu horrenda existencia… monstruo invisible, pecado impronunciable.
Pablo Lacroix… Sábado - 22:43 P.M.
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